Un escándalo ha ocurrido en el reino de Bélgica: acostumbrados a despreciarse entre si, los francófonos y los flamencos, que representan las dos comunidades de idiomas más grandes de este pequeño y complicado país, votaron igual!. En las elecciones federales del pasado 18 de mayo, los líderes de los partidos en ambos bandos celebraron, los comentaristas de la televisión de ambos lados expresaron puntos de vista similares y todos los observadores políticos descartaron la posibilidad de una asimetría política. Desde entonces, los ganadores de la elección, los socialistas y los liberales, se han apresurado a formar un gobierno de coalición que mezcla el agua y el aceite.

Con la virtual aniquilación de los verdes, lo que los belgas llamaban el arocoiris se ha decolorado en el cielo de Bruselas: el arcoiris fue el nombre dado al poder ejecutivo saliente, compuesto por una coalición de socialistas, liberales y ambientalistas que representaban movimientos políticos muy diferentes entre sí. Este grupo ha sido reemplazado por una coalición púrpura formada por rojos y azules (desde que Bélgica logró su independencia en 1830, esta inusual fórmula sólo fue puesta en práctica de 1954 a 1958). Como resultado, Guy Verhofstadt, del partido Movimiento Reformador, se convertirá en el Primer Ministro. Este antiguo admirador de Margaret Thatcher y de la escuela del neoliberalismo de Chicago, está revirtiendo su propia inclinación a una derecha moderada muy cercana al centro.

El terror por la asimetría

A grandes rasgos, el período posterior a la elección ha sido relativamente tranquilo. Durante los escasos 15 días de campaña que coincidieron con la guerra en Irak- el debate público se enfocó en las políticas económicas y sociales, la movilidad y, en menor grado, la seguridad. Los temas institucionales y los “problemas de la comunidad” –etiqueta que reciben explícitamente las problemáticas relaciones entre los flamencos y los francófonos, que representan 65% y 35% de la población respectivamente- atrajeron poca atención.

Ciertamente no hubo una gran confrontación, ni tampoco una negociación previa evidente, como la ocurrida en las elecciones de 1999, cuando una fiebre separatista sin precedentes presagiaba el posible final de Bélgica. Este 18 de mayo no resultó en la asimetría que hubiera constituido el que ninguno de los principales componentes políticos del sistema (los partidos flamenco y francófono) tuviera representación federal. Este hubiera sido el caso, por ejemplo, si los demócrata-cristianos y los liberales hubieran recibido amplio apoyo en el norte (en Flandes, donde se habla el holandés), mientras que los socialistas y los liberales continuaran dominando el sur y el centro (en Valonia y en

Philippe Engels es periodista de Le Vif/L’ Express de Bruselas, Bélgica.

Bruselas, donde se habla francés). Este escenario, rechazado decididamente por los votantes, hubiera llevado a la radicalización de partidos aislados, que hubieran tenido que gobernar sin el contrapeso de un partido correspondiente en la otra comunidad lingüística. Pero hay otro problema: encontrar un denominador común entre movimientos políticos que son de naturaleza diferente. Por supuesto, los promotores del federalismo sienten que un gobierno asimétrico sería simplemente un asunto de lógica: Flandes, más próspero, es esencialmente de derecha, mientras que Valonia, cuya industria minera y metalúrgica se ha modernizado recientemente, tiende hacia la izquierda. En la práctica, la federación belga nunca se ha atrevido a aventurarse en el camino de la asimetría. ¿Se debe esto a una falta de madurez?, ¿o es porque las ambiciones de ambos partidos son

contradictorias?. Durante los últimos 10 años, los flamencos han buscado una mayor autonomía por cualquier medio disponible, mientras que los francófonos están a la defensiva porque su economía es menos saludable y porque dependen en parte de la solidaridad federal. Bajo tales condiciones, es difícil realizar progresos razonables.

Los actores

Los socialistas

PS - Parti socialiste (francófono) y SP.A - Socialistische Partij Anders (flamenco) En términos de votación, es la familia política líder desde la elección del 18 de mayo. Los llamados “rojos” se encuentran en el poder desde 1988, lo que constituye un récord histórico.

Los liberales

Mouvement réformateur-MR (francófono) y Vlaamse Liberalen en Democraten-VLD (flamenco) En coalición con los socialistas. Los llamados “azules” abandonaron la oposición en 1999, después de una racha de mala suerte de más de 11 años. Es el partido del Primer Ministro Guy Verhofstadt.

Los demócrata-cristianos

Centro demócrata humanista (Centre Démocrate Humaniste- CDH (francófono) y Christen Democratisch en Vlaams-CD&V (flamenco). Se encuentran en la oposición desde 1999, donde no habían estado desde 1958. Anteriormente eran la familia política más sólida, líderes de todas las coaliciones. Actualmente atraviesan por una crisis de identidad.

Los ecologistas

Ecolo (francófono) y Agalev (flamenco) Después de un primer período controversial en el poder (de julio 1999 a mayo de 2003), fueron vencidos abrumadoramente en las elecciones del 18 de mayo. Regresaron a niveles “normales”, de acuerdo con los estándares europeos.

Federaciones Vol. 3, No. 3, Agosto del 2003

Derecha e izquierda en coalición

Los resultados de las recientes elecciones complacen a los promotores de la realineación política, quienes han soñado con esto por largo tiempo. Por segunda vez consecutiva, los partidos cristianos derrotados tendrán que cuestionar su propia existencia desde la oposición, que muy raramente han ocupado, a pesar de haber sido por mucho tiempo actores relevantes en la escena política del país, pero han sido víctimas progresivamente del fenómeno de la erosión estructural. Queda por ver si aún tienen algún futuro. Los verdes, que también fueron derrotados, tratarán de liberarse del sabor amargo de su primera experiencia en el poder. En el pasado, ellos fueron principalmente una espina para el gobierno. ¿Tienen aún posibilidades para constituir un partido de poder en los años por venir?. En cuanto a la extrema derecha, ésta ha tenido ganancias a lo largo del país, a pesar de los relativos éxitos del gobierno saliente.

En el norte, el nacionalista y xenófobo Vlaams Blok ha logrado penetrar en algunas áreas rurales y en algunas ciudades medianas

con un apoyo de cerca de 18%. Entre los francófonos, el Frente Nacional (FN) ha renacido de sus cenizas después de su sonado fracaso en 1999. A pesar de tener un apoyo de 5.3%, este partido tiene una administración ineficiente, está desorganizado y no es tan competitivo como el Blok de Flandes. Aún así, si lograra encontrar un líder creíble y populista, el FN podría dar a los belgas una sorpresa desagradable.

Nada de esto parece molestar a los ganadores democráticos de la 2001 antes de evaluar los

La federación al estilo belga

resultados. Se observan señales Tres regiones territoriales de que una nueva confrontación ocurrirá después de las

• La región flamenca (principalmente de habla elecciones regionales y en el

holandesa)

ámbito comunitario en junio de

  • La región valona (principalmente francófona)

2004, cuya cercanía puede

La región de Bruselas-Capital (bilingüe)

sumergir al país en una campaña electoral permanente.

Tres comunidades lingüísticas:

La reforma institucional en • La comunidad francófona (o comunidad de Valonia-Bélgica es un asunto altamenteBruselas) politizado, en vez de un trabajo

  • La comunidad flamenca

racional y paciente de expertos

La comunidad germanoparlante (marginal)

independientes. Puede ser una

elección, los socialistas y liberales, quienes nunca han tenido problemas en la tarea de gobernar. Socios hoy, rivales mañana, podrían erradicar a toda la oposición y constituir una poderosa fuerza a favor de un profundo cambio en el escenario político de Bélgica. La sociedad belga se ha caracterizado amplios y profundos desacuerdos (filosóficos, ideológicos, lingüísticos) y, hasta ahora, por un escenario político fragmentado. Pero de pronto los dos mayores “polos” o “bloques” podrían encontrarse cara a cara sin los guantes puestos: izquierda junto con derecha, como en Francia y Gran Bretaña.

La euforia de 1999

Mientras tanto, el modelo federal belga aún podría experimentar una serie de cambios. La fase previa de la reforma gubernamental –la quinta desde 1970- confirmó la transición hacia un federalismo más maduro. En 2001, la temida decisión de “libertad para todos” terminó bien, como uno de esos grandes compromisos típicos del reinado de Alberto II que satisfacen a cada intención política, un evento que raramente ocurre. Después de que las políticas económicas, de educación y de transporte fueron transferidas por el gobierno central a las comunidades y a las regiones, otras áreas también fueron regionalizadas: la agricultura, el comercio exterior, el desarrollo cooperativo (aún en espera ser confirmado) y la organización de las comunas, el nivel más descentralizado de gobierno. Como parte de esta reforma, los francófonos y los flamencos lograron un gran acuerdo. Los flamencos demandaron mayor autonomía fiscal, especialmente para la reducción unilateral de los impuestos al ingreso (medida imposible de sostener para los francófonos). A cambio, los francófonos demandaron apoyo financiero federal para refinanciar “su” sistema educativo, mismo que estaba al borde de la bancarrota. En resumen, esta fue una situación ganar-ganar que sin duda animó el toma y daca institucional de 2001 y creó un clima que rayó en la euforia de algunos medios de comunicación. De esta forma, Bélgica tenía un nuevo gobierno, se congratulaba por relaciones comunitarias más cordiales, celebraba un matrimonio real con gran pompa y...era testigo de la resurrección de su desencantado equipo nacional de fútbol, los Diablos Rojos.

¿La división de la seguridad social?

Como de costumbre, la tinta de los acuerdos aún no estaba seca cuando las nuevas demandas se escucharon. Flandes ha confirmado su agenda institucional, la cual fue un secreto a vocesdesde finales de los noventa. Ésta se refiere a temas sensibles, tales como quitar el control federal sobre áreas como la administración de los ferrocarriles, el aeropuerto internacional y la seguridad social. Correcta o incorrectamente, los francófonos ven estas demandas como una declaración abierta de guerra y temen caer en un “juego de tontos” en el que ellos tendrían que pagar el

precio. Creen que se les debe dar

algún tiempo a las reformas de

oportunidad para el arrebato del poder después de un conflicto astutamente orquestado y dramatizado.

Casi todos los casos que terminan siendo presentados ante el gobierno traen consigo un sabor de comunidad. Por ejemplo: a pesar de que son apoyados por los partidos francófonos, la garantía del voto para la gran comunidad inmigrante (10% de la población) se encuentra actualmente en el limbo porque los liberales flamencos del VLD, el partido del Primer Ministro, se oponen a ello. Idealmente, sólo los separan argumentos de filosofía política, pero en la práctica debe considerarse el “veneno comunitario” (posiciones e intereses idiosincráticos encontrados de las comunidades), que les complica la vida a todos los ministros federales.

La llegada de un nuevo ejecutivo no debería cambiar nada en este clima virulento, por el contrario, un enfrentamiento entre socialistas y liberales podría resultar en una pugna mayor. En un clima económico pobre, se requerirá un arbitrio político operando muy de cerca para balancear las prioridades sociales por un lado (refinanciamiento de la seguridad social y la inversión en las empresas públicas) y las demandas de impuestos por el otro (continuos recortes del impuesto al ingreso). La duda o el descuido por parte de las autoridades sería imperdonable. Si el nuevo gobierno no logra sacar al ferrocarril nacional – el Société nationale des chemins de fer (SNCB) - de su desgracia financiera, si no logra eliminar la amenazante divergencia sobre el financiamiento de la seguridad social federal, las fuerzas políticas en Flandes estarán en una inmejorable posición para abogar por la separación. Esto es lo que ocurre en Bélgica. Lentamente el país se aproxima a la gran fragmentación.

Federaciones Vol. 3, No. 3, Agosto del 2003