acelerada aunada a la liberalización económica, el sector petrolero fue el primero en sentir sus efectos.

Los estados productores de petróleo en el sur del país comienzan a cosechar importantes beneficios por la apertura del sector a una mayor inversión privada, razón por la cual los gobiernos del norte nigeriano –en donde no se produce petróleo– están ejerciendo una fuerte presión sobre el gobierno federal para garantizar la reanudación inmediata de la exploración petrolera en esa zona del país, particularmente en la Cuenca del Chad y en la Depresión del Benue.

La apertura del sector petrolero se está traduciendo en más trabajos, mayores oportunidades de inversión, disponibilidad de mayor infraestructura e ingresos domésticos más altos, elementos que tienden a favorecer a los estados sureños ricos en petróleo y a sus ciudadanos. Por ejemplo, el gobierno del estado petrolero de Rivers se ha asociado con tres compañías internacionales con el objetivo de obtener la participación mayoritaria –51 por ciento de las acciones– en las dos refinerías federales que se encuentran en el estado. Las refinerías son sólo algunas de las muchas empresas públicas de la federación contempladas en el plan de privatización, en el marco del programa dirigido por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. El gobierno estatal de Akwa Ibom –que también está en el sur y es productor de petróleo– se ha puesto a trabajar en la construcción de una refinería en asociación con algunos inversionistas privados.

Nigeria adopta las reformas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial

En un acuerdo con el FMI firmado en 1999, el gobierno federal aceptó las reformas de mercado para atraer mayor inversión privada a los distintos subsectores de la industria petrolera. En enero de 2004, el Presidente Olusegun Obasanjo anunció una “privatización acelerada” de la industria petrolera.

Cuando asumió el poder en mayo de 1999, el gobierno federal heredó una deuda de 28,000 millones de dólares, misma que ha crecido de manera constante y que alcanzó los 32,900 millones de dólares a principios de este año. Por tal motivo, aceptó el programa de reformas dirigido por las instituciones de Breton Woods, que incluye la apertura de la economía y la privatización de todas las empresas del gobierno que no sean redituables. Nigeria necesitaba el apoyo del FMI y del BM para mantener abierto el flujo de fondos de sus acreedores

Kingsley Kubeyinje es editor de la Agencia Noticiosa de Nigeria (NAN, por sus siglas en inglés) que pertenece al gobierno federal.

internacionales y para levantar su economía. Hasta ahora, la venta de algunas empresas (entre ellas bancos, aseguradoras y cementeras) le ha otorgado al gobierno federal ganancias de cerca de 310 millones de dólares.

Desde el punto de vista estrictamente económico, la apertura de los subsectores petroleros parece estar redituando.

Por ejemplo, la prensa nigeriana ha informado con amplitud en fechas recientes que el Instituto Canadiense del Petróleo creó un fondo extraterritorial de inversión en acciones que asciende a 100 millones de dólares para impulsar la participación de inversionistas potenciales sin suficientes recursos en la exploración y producción petroleras en Nigeria (y en otros países africanos). Anteriormente, la participación en este sector era “un asunto a puerta cerrada” que estaba ampliamente dominado por las multinacionales con las que el gobierno federal tenía acuerdos de operación conjunta. Para la exploración y explotación petroleras, sólo las grandes compañías parecían tener el capital, la tecnología y la experiencia necesarios.

El gobierno federal mantiene su dominio en las operaciones conjuntas

Con la nueva política, el gobierno federal ha otorgado 24 licencias a 31 compañías locales para producir petróleo crudo en campos designados oficialmente como “marginales”. Se trata de campos petroleros relativamente pequeños en el delta del Níger, al sur de Nigeria. Cada uno cuenta con reservas de hasta 17 millones de barriles de petróleo crudo y con una capacidad de producción de hasta 10,000 barriles diarios. Las multinacionales abandonaron estos campos hace muchos años porque consideraron que no eran rentables.

El gobierno federal también ha otorgado 18 licencias provisionales a algunas compañías para que establezcan refinerías privadas. Muchos estados del sur nigeriano y algunos de sus ciudadanos más acaudalados son importantes inversionistas de algunas de estas compañías.

Como parte de las políticas privatizadoras, el gobierno federal trabaja en la privatización de la Compañía Nacional de Petróleo (NNPC, por sus siglas en inglés) y de las cerca de media docena de subsidiaras que le pertenecen totalmente. Mientras que 51 por ciento de las acciones serán vendidas a los grandes inversionistas, el 49 por ciento restante sólo podrá venderse a nigerianos.

Actualmente el gobierno federal es propietario –a través de la Corporación Nacional Petrolera de Nigeria– en promedio de 57

Federaciones Vol. 4 No. 2, Julio de 2004

por ciento de las acciones en todos los acuerdos de operación conjunta con compañías petroleras multinacionales en el país. Incluso después de la privatización el gobierno federal mantendrá esta participación, lo que, aunado a la posición que le otorga la Constitución, le permitirá mantener un papel dominante en la economía nacional (véase recuadro 1).

Los estados del norte exigen su parte

Todo lo anterior crea fricciones entre los estados productores de petróleo y los no productores, exacerbadas por la práctica de asignar el 13 por ciento de los ingresos del petróleo a los estados que sí lo producen. Esta asignación especial –constitucionalmente obligatoria– que se traduce en millones de nairas para cada uno de los estados petroleros, es la cereza del pastel en la asignación mensual de fondos de la Reserva Federal a los estados (véase recuadro 2).

Por ahora, el gobierno federal no parece tener demasiado entusiasmo en obligar a las compañías petroleras multinacionales que operan en el país a emprender una nueva serie de exploraciones en el norte, debido a la concurrencia de demandas y a que cada vez son menores los fondos disponibles. Estos esfuerzos no fructificaron en el pasado y tuvieron un costo enorme de 374 millones de dólares. Los estados norteños tienden a calificar la falta de disposición del gobierno federal para responder a sus demandas como una muestra de “insensibilidad” ante sus aspiraciones.

Los estados del norte piensan que se puede encontrar petróleo en grandes cantidades en la Cuenca del Chad, basando su argumentación en la extracción que hace la República de Chad en la parte de la Cuenca que le pertenece.

Los gobiernos de los estados del norte sostienen que no se ha encontrado petróleo en la Depresión del Benue y en la sección nigeriana de la Cuenca del Chad por motivos de alguna forma “deliberados y políticos”, a fin de mantener esta zona geopolítica dependiendo económica y permanentemente de los ingresos que se generan en el sur de Nigeria.

“Lo que es bueno para el sur de Nigeria debería ser igualmente bueno para el norte”, afirma Adamu Musa, activista político y fuerte defensor del norte. “El gobierno federal inyecta enormes cantidades de recursos para encontrar nuevos campos petroleros en el sur y debería hacer lo mismo en el norte. Negar al norte la posibilidad de gozar de la riqueza petrolera equivale a robarle a Pedro para darle a Pablo”.

El gobernador de Borno, Modu Sheriff –cuyo estado sería uno de los principales beneficiados si se encontrara petróleo en cantidades comerciales en la Cuenca del Chad–, advierte que el norte seguirá insistiendo en que se reinicie la exploración petrolera en esa zona geopolítica, y señala que se tuvieron que hacer grandes esfuerzos antes de que se encontrara petróleo en cantidades comerciales en Oloibiri (en el estado sureño de Bayelsa) en 1956. Además, recientemente le recordó a la Corporación Nacional Petrolera de Nigeria –la compañía petrolera del Estado– la necesidad de reanudar inmediatamente la búsqueda de petróleo en la Cuenca del Chad. Sheriff afirmó que sería justo brindar un sentido de pertenencia a todas las partes de la federación en lo relativo a la distribución de recursos.

Todos quieren formar parte

Incluso en el sur, los estados no productores de petróleo están empezando a compartir los beneficios de esta prosperidad. Por ejemplo, Ogun –un estado del suroeste nigeriano que no produce petróleo, de donde es originario el Presidente Olusegun Obasanjo– ha tomado al toro por los cuernos: el gobernador Gbenga Daniels ya informó a la NNPC que el estado obtuvo un préstamo de 50 millones de dólares para llevar a cabo estudios sísmicos de yacimientos petroleros y de gas en el estado.

“Nosotros también queremos ser un estado productor de petróleo. Creemos que hay petróleo y gas en cantidades comerciales en la ribera de Ogun y en la isla de Tongeji. Así lo indican los estudios geológicos que se llevaron a cabo hace 40 años. La exploración completa de los yacimientos podrá comenzar después de los estudios”, afirmó.

En una nación políticamente volátil y religiosamente dividida como Nigeria –en la que los pequeños pleitos domésticos entre dos amas de casa refunfuñonas o entre niños traviesos se pueden convertir en conflictos étnicos a gran escala– los distintos rumores de descontento podrían ser motivo de preocupación, sobre todo porque el presidente Obasanjo es del sur, aunque no de un estado productor de petróleo.

Los ingresos provenientes del petróleo son tan importantes en la políticamente frágil federación nigeriana que los ciudadanos perceptivos suelen admitir que es el cordón umbilical que une a los distintos grupos étnicos. Algunos nigerianos opinan: “Si quitáramos la riqueza petrolera, la federación se desmoronaría como una torre de naipes”.

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